Esta historia comienza cuando un grupo de amigos salió de la escuela. Ocurrió que decidieron irse de excursión. A las 5 de la tarde quedaron en el parque de Zamora para hablar de lo que iban a llevarse.
Bueno, chicos – dijo José Luis – Tenemos que llevar cada uno agua, comida, el móvil y una navajilla.
Y calzoncillos por si te cagas – añadió Hugo.
O bragas – apuntó Rocío Olmo, espantada ante la idea de tener que llevar calzoncillos.
Bueno, bueno, llevad ropa interior limpia – sentenció Adrián, cansado de tan absurda discusión.
¡¡O pañales!! - soltó Sergio Pozo.
¡¡Ya está bien!! - exclamó Alejandro – Llevaros lo que queráis y punto. Que se nos va a hacer tarde.
Cayó la noche y todos se fueron a dormir. A la mañana siguiente se levantaron, se prepararon e iniciaron la excursión. Habían decidido ir al parque natural de Cornalvo. Era un viaje largo: 22 km de ida y 22 km de vuelta. Salieron a las 8 am de la plaza de España, en bici.
El viaje transcurrió sin ninguna incidencia hasta que la bici de Iria sufrió un pinchazo.
¡Qué fastidio! - exclamó Rocío Calero – ¿Ahora qué hacemos?
No os preocupéis. Yo tengo cosas para reparar el pinchazo – dijo María Gómez.
¡Qué grandes eres, María!
Gracias. Pero no es para tanto, Antonio Manuel.
Después de esto siguieron adelante. Dejaron atrás los campos de cultivo y se internaron en el monte. Al poco tiempo vieron a un viejo pastor, que les cortó el paso.
¡Hola! ¿A dónde vais, cuadrilla?
¡Hola! Vamos al monte.
Tened “cuidaito”, que por aquí pasan muchas cosas.
¿Qué tipo de cosas? - preguntó Rocío Olmo.
Ya veréis, muchachillos. Ya veréis.
Dicho esto el pastor arrancó la moto y se fue por el camino, desapareciendo entre una nube de polvo. La pandilla se quedó un tanto sorprendida, incluso asustada. Aprovechando que era la hora de comer pararon en unas rocas. Adrián, que terminó de comer antes que nadie, se fue a explorar un poco. Al rato volvió entusiasmado, haciendo aspavientos con los brazos:
¡Mirad, chicos! ¡Acabo de encontrar una moto! ¡Creo que es la del pastor!
¡Vamos a verla!
Todos fueron a verla. Y cuál no sería su sorpresa al comprobar que el pastor había aparecido junto a ella. Estaba agachado, mezclando ingredientes: madroños, tomillo, aceitunas de acebuche, bellotas, hormigas y baba de escuerzo. Después de mezclarlos los vertió en una barreña y se los bebió. Lo que sucedió a continuación... Fue increíble. Al pastor le empezó a salir pelo por el cuerpo; su boca se alargó hasta convertirse en hocico; de su trasero surgió una larga y peluda cola; sus manos se convirtieron en garras, al igual que sus pies; sus orejas se volvieron puntiagudas; y los ojos se agrandaron y se volvieron de color rojo sangre.
¡Increíble! - exclamó Karla.
¡Madre mía! - dijo Sergio Pozo - ¡Qué barbaridad!
Shhhhh. Que nos va a oír.
En ese preciso momento el móvil de Adrián empezó a vibrar y a sonar más fuerte que la música de la feria. El paslobo (mezcla de pastor y lobo) levantó la cabeza; olfateó el aire; se dio media vuelta y finalmente detectó a la pandilla. De su bocaza surgió un rugido infernal; y poco a poco empezó a aproximarse a ellos.
¡Nos ha descubierto! ¡Corred!
¡ARRGHHH!
Se echaron a correr sierra abajo. El paslobo les pisaba los talones. Se escuchó un grito. Era Rihab. El paslobo le había agarrado por el gorro de la chaqueta. Por fortuna Rihab echó los brazos hacia atrás zafándose de la terrible bestia, que se enfureció aún más. La persecución pintaba cada vez peor.
¡No podemos seguir por aquí! El paslobo es más rápido que nosotros.
Vayamos por la izquierda
Así lo hicieron. Y sucedió que se encontraron con un acantilado. No había otra opción que saltar. La primera fue Rocío Olmo; y detrás de ella todos los demás. Cayeron a un lago. El paslobo no se atrevió a seguirles. Soltó un terrible aullido, se dio media vuelta y desapareció entre la espesura.
¡Uff! De la que nos hemos librado.
¡Mirad! A lo lejos, en la orilla, hay una casa. Y sale humo de la chimenea. ¿Y si vamos?
Venga.
Los chicos fueron nadando hasta la orilla, y a todo correr se apresuraron a refugiarse en la casa. El interior era antiguo, de piedra. Oscuro y misterioso, quizá un tanto extraño. En la chimenea ardía un alegre fuego. Y junto a él estaba Manel, con gesto serio y la mirada perdida entre las llamas.
¿Y tú qué haces aquí? - preguntó Antonio Muñoz.
Joder, qué susto. No os he visto entrar. ¿Qué hacéis aquí?
No te lo vas a creer – respondió Antonio Manuel – Un viejo pastor que encontramos en el monte se ha convertido en un paslobo...
¿Qué es un paslobo?
Un bicho muy raro, mezcla de lobo y hombre. Nos está persiguiendo. ¿Puedes cobijarnos?
Hummm... Vale. Haced lo que queráis.
Estuvieron un rato en la lumbre. Junto al fuego había una cazuela con migas; y un espeto con ternera asada. Tras dar buena cuenta de la comida los niños se fueron a dormir. Unos se tumbaron junto al fuego; otros arriba, en el doblado; y algunos otros se quedaron vigilando.
Yo me voy a dormir a mi cuarto – dijo Manel.
Oye, una pregunta. ¿Y tú por qué estás aquí?
La casa es de mi familia, y yo suelo venir aquí los fines de semana.
Ahhh... Oye, ¿tienes por ahí algunas mantas?
Sí. Pero si es cierto que os persigue un paslobo, ¿no sería mejor idea volver al pueblo cuanto antes?
No tenemos ningún vehículo. Nos hemos dejado las bicis donde merendamos.
No os preocupéis. Hay un todoterreno aparcado en el garaje. ¿Alguien sabe conducirlo?
Sí, yo sé – respondió José Luis – pero solo sé hasta tercera.
Suficiente. Creo que cabremos todos.
¿Todos? Pero si somos 19.
Ya veréis como se puede. Uno va conduciendo. El copiloto lleva a 2 encima. En los pies del copiloto, uno. Ya van 5. En los asientos de atrás cuatro, que cogerán a otros 4. Y en el maletero tienen que caber 6 como sea.
¿6 en el maletero? Imposible.
Pues tres en el maletero y otros tres en la baca. Ay. Apañao.
¡Todos arriba! ¡En marcha!
Tomaron un camino que bajaba desde la casa hasta la carretera. Había muchos baches. Un jabalí se les cruzó y tuvieron que frenar de golpe. Los tres de la baca (Karla, Iria y Sergio Morcillo) salieron volando y cayeron en un charco de barro.
¡Se han caído! - gritó Rihab.
Estamos bien – dijo Sergio - ¿Queréis un poco de charco? Está riquísimo.
No, gracias. Venga, subid de nuevo, no vaya ser que vuelva el paslobo.
Los niños siguieron por el camino hasta llegar a la carretera. Allí vieron a lo lejos unas luces azules. Era la Guardia Civil, que les detuvo.
¡Buenas noches! ¿De dónde vienen ustedes?
Venimos del bosque, agente. Nos persigue un monstruo.
¿Y qué hacéis conduciendo, siendo como sois menores de edad? ¿Y cuántos vais en el coche? ¡Todo el mundo abajo!
Somos 19, agente.
¡¡¡Diecinueve!!! Ahora mismo se vienen ustedes conmigo al cuartelillo.
Pero el paslobo. Un monstruo...
¡¡¡Venga, ya está bien de tonterías!!! Todos al coche detenidos. Voy a llamar ahora mismo a vuestros padres y...
El Guardia Civil no pudo terminar la frase. Una sombra negra se abalanzó sobre él. “Bang, bang, bang”. Sonaron disparos. El compañero había abierto fuego contra aquella cosa, que ahora yacía inerte en el suelo.
¿Qué diablos es eso?
¿Lo ve, agente? Es el monstruo del que le habíamos hablado. El paslobo.
Era el paslobo, que al haber sido abatido se estaba convirtiendo otra vez en pastor.
Creo que me ha mordido la pierna – dijo el agente – Llamad a una ambulancia con la radio del coche.
A la orden, agente.
Los servicios sanitarios llegaron y se llevaron al guardia civil herido. El otro agente llamó a los padres, que les recogieron y se los llevaron para casa. Y allí quedó triste y solo el calamar bailongo.
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