jueves, 24 de junio de 2021

EPÍLOGO: El yaminlle.

Era viernes, 30 de abril. Un día normal y corriente, como

todos. Estábamos en clase jugando al cálculo mental

exprés, porque era última hora. Quedaban 5 minutos para

salir cuando David nos dijo:


  • ¿Queréis que nos quedemos hasta y cuarto jugando?

  • ¿Pero cómo? - preguntó Karla - ¿No nos vamos a

    quedar encerrados?

  • Tengo llaves de la puerta chica – respondió David.

  • Pero nuestros padres se van a preocupar – dijo

    Alejandro.

  • Bueno, pues lo hacemos así: el que se quiera ir que

    se vaya; y el que quiera que se quede.


Dicho ésto, al sonar el cuco, unos cuantos se fueron;

aunque la inmensa mayoría optó por quedarse. Cuando el colegio

estuvo vacío todos se quedaron extrañados: era raro el silencio. La

puerta de entrada rechinó y sonó un portazo. “Quedaros todos en

vuestros sitios” dijo David. “Voy a ver si nos hemos quedado

encerrados”. Los pasos del maestro se alejaron en dirección al porche;

pero no regresaron. Transcurridos dos minutos María Tinedo dijo:


  • Parece que el profe tarda. ¿Voy a ver si pasa algo?

  • Vamos a ver – dijo Karla.

  • Os va a reñir – dijo Marc.

  • No creo que nos riña.


María y Karla salieron al pasillo y en él no había nadie. Pero

oyeron claramente una voz que decía: “Hola niños. Os estoy esperando”


Pasó otro minuto. María y Karla tampoco regresaban. Los demás

empezaron a asustarse. “Vamos a investigar” dijo A. Manuel “Pero

tenemos que ir todos, a ver si va a pasar algo”.


  • Pues ve tú. Yo no voy, que no quiero desaparecer.


Dicho ésto casi toda la clase fue a mirar. Rihab se quedó en clase

con Carmen y con S. Pozo. Y eso fue lo peor que pudieron hacer.

La luz de la pizarra digital parpadeó, se apagó y luego volvió a

encenderse. La pantalla estaba en blanco, y en medio de ella...

  • Hola niños. ¿Qué tal estáis?

  • ¡¡¡Ahhhhhh!!!


Los tres salieron corriendo haciendo aspavientos. Pero no pudieron

irse, ya que las puertas se cerraron.


  • ¿A dónde vais, pequeños? De aquí no se sale sin mi permiso.

  • ¡Vamos a tirar la puerta! - gritó Sergio.

Pero nada más tocarla la puerta les dio una fuerte descarga

eléctrica.


  • ¿¡Qué os creéis que hacéis!? Ya os he dicho que de aquí no

    se sale sin mi permiso.


Acto seguido el Yaminlle comenzó a sacar su gelatinoso y oscuro

brazo de la pizarra. Luego la pierna derecha; y después se dejó caer a

cuatro patas, como una bestia surgida de una pesadilla. Empezó a

acercarse lentamente a los niños. “¡¡¡¡ARRHGGGGGG!!!”


Mientras tanto el otro grupo avanzaba por los pasillos.


Se asomaron a la clase de 4º B. Las mesas estaban descolocadas;

Y el suelo estaba lleno de cucarachas.


-¡Qué asco! ¡Una invasión de cucarachas! ¡Rápido, cerrad la puerta!


Siguieron avanzando. Se asomaron al salón de actos. Allí se

encontraron el escenario cubierto de babas; y flotando en ellas

los zapatos del maestro.


  • PUAGGG. Todo está cubierto de guarrerías. Aquí pasa algo raro.

  • ¿No son los zapatos de David?


Los niños se acercaron. Dentro de los zapatos estaba el móvil del

maestro, que reproducía un audio sin cesar:


“Hola, niños. Os estoy esperando”


  • ¡Quién anda ahí! - gritó Hugo.

  • Es una grabación que se repite en bucle – dijo Antonio

    Manuel - Y mirad: en las escaleras hay huevos negros. Y

    huelen a vinagre.

  • Hummm. Huevos en vinagre.


De repente los niños oyeron un grito. “Parece Sergio Pozo”


Mientras tanto en la clase el Yaminlle se había abalanzado sobre

Sergio, Carmen y Rihab. Había intentado comérselos; pero como

el Yaminlle era gelatinoso se la habían salido por el trasero.


  • Uff, qué asco, por favor – dijo Rihab.

  • Pfff, da mucha cosa – soltó Carmen.

  • Voy a la papelera a vomitar.

  • Pues si no puedo comeros os meto en un saco.


Dicho ésto el monstruo empezó a fabricar una bolsa de seda

con unas glándulas que tenía en la punta de sus dedos. Luego

metió a los tres de clase en ella y se los llevó, escapando de nuevo

por la pizarra.

Mientras tanto el otro grupo de niños llegó corriendo. No había ni

rastro de S. Pozo, Rihab y Carmen. Solo un reguero de babas que se

perdía en la pizarra.


  • Se los han llevado, como a David.

  • ¿Quién?

  • Venid y sentaos. Tengo que contaros algo. Esta mañana he

    estado leyendo un libro sobre el antiguo Egipto. En él decía

    que en el infierno de Seth había un monstruo llamado

    “Yaminlle”. Un monstruo cuyo nombre no puede pronunciarse.

  • ¿Y por qué?

  • Porque si lo dices en voz alta una sola vez, le invocas.

  • ¡Lo acabas de decir!

  • Y también lo dije esta mañana, contándole a mi madre lo que

    estaba leyendo. Pero no pensé que... Bueno, bueno. El caso es

    que lo he leído.

  • ¿Y no tiene ningún punto débil?

  • Leí unos cuantos: la arena le hace desaparecer, al menos

    momentáneamente; el agua le debilita; y la risa verdadera le

    manda de vuelta al infierno.

  • Bueno, pues ya tenemos un plan. Lo primero es atraerle a los

    baños, donde tenemos agua en abundancia para tenerle bajo

    control. Y una vez que esté debilitado, ya haremos lo que sea

    para reírnos. No sé, algunos chistes, o algo. Yo me sé uno:

    era un niño que llega a casa y dice a su padre: “papá, papá.

    Te están robando el coche”. Y dice el padre: “¿Sabes quién

    es?” “No, no; pero le he hecho una foto a la matrícula, papá”.

  • Ale, pues ya está. Manos a la obra.


Empezaron a buscar al Yaminlle por toda la escuela. Miraron en

todas las clases, pero no aparecía. Solamente babas por todas las

pizarras digitales, enchufes y dispositivos conectados a internet.


“Oye, Manuel. ¿Y si dices muchas veces Yaminlle? Así nos

evitaríamos seguir buscando, y le atraeríamos al lugar que queramos” “Ok”.


Los niños se fueron todos al baño, y se pusieron a decir Yaminlle,

mientras Alejandro se preparaba en el lavabo para mojar al bicho

cuando apareciera. “Yaminlle” “Yaminlle” “Yaminlle” “Yaminlle”.

La luz parpadeó; el suelo tembló; y de unos cables sueltos que

había en el techo una cascada de babas cayó. “¡¡¡El Yaminlle!!!”

Unos cuantos salieron corriendo y gritando despavoridos.


  • ¿Me habéis llamado? Jajajajaja.

  • ¡¡Alejandro, mójalo!!

  • ¡No puedo! ¡El grifo no va!

  • ¡Prueba con el otro!


Alejandro cambió de grifo y lo abrió. Salió un chorrazo de agua que

impactó en el pecho del monstruo. “Arggghhhh. Odio el agua. Malditos enanos”


  • ¡¡Qué pasa aquí!! - David salió del váter. Estaba defecando – No puede

    uno ni hacer de vientre tranquilo.


Los pocos que allí quedaban se rieron, y casi se mean de la risa. Esto hizo que el

Yaminlle se desvaneciera en una nube de mocos, volviendo al infierno de Seth.

En medio del charco de babas aparecieron Rihab, Sergio Pozo y Carmen.


  • ¡¡Estamos a salvo!!


Mientras tanto, en una galaxia muy muy lejana, Karla y María Tinedo viajaban

hacia el planeta de las arañas...

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