Matemáticas. Seguimos con la introducción al álgebra.
Lengua. Escritura: Yaminlle. Y lectura de teatro: El bufón del rey:
- REY. ¡Ay, ay, ay!
- CANCILLER. ¿Qué os pasa, señor?
- REY. Estoy triste.
- CANCILLER. Pues no tenéis motivos para estarlo. Sois el mejor rey del mejor país del mundo, habitado por la gente mejor y más feliz.
- REY. ¡Ay, ay! Sois un mentiroso. Por eso estoy triste. Todos me engañan. Yo quisiera saber siempre la verdad, pero todos me dicen mentiras. ¡Ay, ay!
- CANCILLER. Bien, señor, no sigáis triste. A partir de ahora, solo os diremos la verdad.
- REY. Y si os calláis, canciller, el cargo os durará poco. No quiero cancilleres mentirosos. Decidle al maestro de música que pase.
- CANCILLER. Maestro, podéis pasar.
- MAESTRO. (Hace una reverencia.) ¡Señor!
- REY. El canto es mi debilidad. El canto y la poesía. (Con modestia.) Los versos de esta canción son míos. No sé si dar un recital.
- MAESTRO. (Adulador.) Señor, sería una ofensa para vuestros súbditos no lucir vuestras cualidades.
- REY. (Orgulloso.) Me halagáis, maestro. Venga, a trabajar, empecemos. (Muy grotesco, pues no tiene voz ni oído, empieza a cantar.) Bella dama de redonda cara, de redonda cara, como la Luna, la, la, la, la, la, la, la. ¿Qué os parecen mi voz y mis versos?
- CANCILLER. Los versos, malísimos; y la voz, espantosa.
- REY. ¿Cómo? ¿Qué habéis dicho?
- CANCILLER. Que los versos no hay quien los resista, y que la voz es un cencerro.
- REY. ¡Y tú qué sabes, gaznápiro! ¡Vamos, qué atrevimiento! Canciller, sois un ignorante. Y un hombre tan ignorante no sirve para canciller. Nombraré a otro para el cargo. No servís.
- CANCILLER. Pero, señor, ¿no queríais saber siempre la verdad?
- REY. Cierto. Pero vos no decís la verdad. Vos me habéis ofendido. ¡Decir que mi voz es espantosa, que es un cencerro! ¡Habrase visto!
- CANCILLER. Reconozco mi ignorancia. Perdón. El cargo, por favor…
- REY. Nada de cargos. Lo habéis perdido. Pero… esperad. Buscadme a un hombre que me diga siempre la verdad sin ofenderme y os devolveré el cargo. Podéis marcharos.
- CANCILLER. (Saliendo.) A este rey no hay quien lo aguante. ¿Dónde voy a encontrar yo a un hombre que le diga siempre la verdad sin ofenderle? Pero… tengo que encontrarlo, o me quedaré sin cargo.
ESCENA SEGUNDA
(Una plaza del pueblo. Gente que pasa. Otros que hablan en pequeños grupos. El BUFÓN va y viene de un lado a otro.)
- BUFÓN. (A un mirón.) Oh, joven señor, vos que tiráis el dinero y la hacienda de vuestros padres, una moneda para el bufón de los cascabeles.
- JOVEN. (Riendo.) Toma, cascabel.
- BUFÓN. Y vos, buena moza, que os pasáis día y noche ante el espejo y dejáis que se pudra la escoba en un rincón, una moneda, para el bufón.
- MUCHACHA. ¡Hi, hi, hi! Toma, tontaina.
- CANCILLER. (Para sí.) ¡Pues no parece tan tontaina! ¡Qué bien les dice la verdad!
- BUFÓN. (Al CANCILLER.) Y vos, señor preocupado, dejad los problemas y dadme también una moneda. ¡No por ello vais a ser más pobre!
- CANCILLER. Les dices la verdad y no se enfadan.
- BUFÓN. Es porque estoy loco. (Canta y baila volteando el gorro.) Una moneda, señor.
- CANCILLER. No. Tengo algo mejor para ti. Vivirás en un palacio. Serás el amigo del rey.
ESCENA TERCERA
(Recepción en la sala del palacio. El REY acaba de dar un recital y todos los asistentes aplauden.)
- CORTESANO I. ¡Magnífico! ¡Magnífico! ¡Qué versos tan delicados!
- DAMA. ¡Y qué voz tan excelente!
- REY. Muchas gracias, señores; pero, ¡ay!, no sé si creer vuestras palabras. ¡Qué triste es ser rey! No puedes fiarte de nadie.
- CANCILLER. (Entrando con el BUFÓN, que canta y baila volteando un gorro de cascabeles.) Os traigo a un hombre en quien podréis confiar.
- REY. ¿Cómo? ¿Este bufón con cascabeles?
- CANCILLER. Este bufón con cascabeles nunca os engañará. Aunque quisiera, no podría.
- DAMA. (Con desprecio.) Su rostro es feo.
- BUFÓN. ¿Rostro feo, decís? ¡Quién habla! Si os lavarais la cara y os quitarais los postizos, vos y yo no haríamos mala pareja.
- CORTESANO II. ¡Qué hombre tan gracioso! Pero cuidado con las bolsas, que los hombres como él tienen los dedos largos.
- BUFÓN. Por largos que los tenga, tú habrás llegado antes y ya no me quedará nada.
- REY. Canciller, habéis encontrado al hombre que precisaba. Tú y yo seremos buenos amigos.
- BUFÓN. ¿Viviré en vuestro palacio? ¿Y tendré cama y sopa en abundancia?
- REY. Tendrás eso y mucho más.
- BUFÓN. (Saltando y bailando.) ¡Qué suerte encontrar a un rey tan bobo que para conocer la verdad necesita de mis chifladuras!
- REY. ¡Qué divertido es mi loco! Acaba de llamarme bobo. Está chiflado… ¡Ja, ja, ja!
- TODOS. ¡Ja, ja, ja!
- BUFÓN. (Dando vueltas y saltos por el escenario.)
Place a reyes mi chapeo
de alegre cascabeleo.
De sabio yo fama alcanzo
pregonando las verdades,
mas si hiero vanidades
de mi monarca adulado
soy un loco rematado.
Plazca a reyes mi chapeo
de alegre cascabeleo,
tengan por loco al bufón
y acabe aquí la función.
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